Sentada sobre una gran roca, Violeta tiene las piernas cruzadas en la posición de loto y las manos unidas a la altura del esternón. Espera la llegada del sol mientras recibe los primeros pensamientos del día. Sabe que está sola y es feliz, se siente menos una y más todo. Una fuerte punzada se instala en su entrecejo y comienza la visión.
Una hermosa ángela la conduce de la mano por el mismo sendero que ha llegado. En la imagen ya es verano y puede notar los estragos del calor sofocante de la temporada en la vegetación circundante. Cuando llegan a la propiedad de Violeta, la ángela rodea sus hombros con amor y le susurra palabras de aliento. Eso es todo lo que necesita para comprender.
Violeta sabe que algo extraordinario la espera al otro lado de la construcción; sobrepasa su casa a toda prisa por el lateral derecho atravesando el huerto y se apura hacia el riachuelo con el corazón en un puño. La certeza de la fe da permiso a su intuición para indicarle lo que tiene que hacer. Se arrodilla sobre una de las piedras del salto de agua más próximas a la corriente, se inclina sobre la superficie y espera pacientemente a que ocurra.
Observa el agua hasta que sus miedos se apoderan del reflejo. «Es imposible», piensa dándose por vencida y todo se desdibuja.
Visión
Ánimo
Violeta abre los ojos con desgana desde la roca donde se encuentra mientras una sensación de vacío le arrebata el ánimo. «Estoy rota, jamás lo superaré».
Anda un par de kilómetros hasta casa, se acerca al huerto y mira unos segundos por encima del hombro el horizonte, donde un magnífico riachuelo se pierde entre la espesura de toda clase de vegetación. Coge un par de aguacates del árbol y algunas fresas tempranas y se cuela en la cocina para preparar el desayuno.
Justicia
Una cantidad ingente de pensamientos afilados como dagas recorren su mente a la velocidad del caos mientras lava las frutas que acaba de recoger del huerto, hasta que las puertas de los armarios empiezan a cabecear sobre sus goznes y algunos vasos de cristal de bohemia estallan dentro de los estantes. Sale al exterior de la casa arrebatada por la furia y echa a correr con un único objetivo.
Cuando llega a la orilla del riachuelo busca el lugar y se acuclilla de nuevo para dar con el fenómeno de su visión. Inevitablemente se vuelve a encontrar con su reflejo. Las lágrimas se derraman por sus mejillas como la corriente que conduce cada gota hacia el mar, en un murmullo ahogado.
—¡Oh diosa mía! ¿Cómo has podido permitir que hicieran esto conmigo? ¡A tu hija! ¿Cómo lo sigues permitiendo? ¡Libérame, te lo suplico! ¡Libérame de este dolor! ¡Libérame de esta injusticia!
Reflejo
Lágrimas
Continúa arrodillada un rato interminable, incluso cuando el sol ejecuta una de sus variaciones habituales para dejar constancia de que sigue en movimiento. Llorar siempre la lleva a otra onda, aunque no está tan ida como para haber perdido el apetito por completo.
Decide volver a casa, recoger el estropicio, cocinar algo contundente y sabroso, preparar provisiones para el resto del día y volver al riachuelo a meditar. En el fondo detesta meditar, así que se lleva la guitarra y una novela de terror.
Raíces
Al rato de estar allí repara en un olor que le resulta familiar. Busca la fuente de su procedencia y descubre una pequeña planta de laurel cerca de ella disimulada entre otras variedades. Ha leído en alguna parte que mascar hojas de laurel ayudaba a las antiguas sacerdotisas a conectar con las diosas. Lo que no se menciona es si las frescas o las secas.
Arranca una hoja de la planta y la mastica mientras retoma su novela; trata de una de las incontables demonias de la Diabla que encarna en la Tierra por puro divertimento para tiranizar ciertos sectores de la sociedad y ejercer su poder de destrucción sobre los hombres absorbiendo su energía vital por medio de prácticas sexuales oscuras.
Ilusión
El plan
El único plan de Violeta es volver al riachuelo cada día hasta conseguir una explicación a todo lo que le está ocurriendo.
Vuelve todas las mañanas al mismo lugar antes de que se ponga el sol desde hace más de dos semanas. Masca hojas de laurel, reza y bebe agua del río bendita a ver hasta donde la llevan sus experimentos, consulta el tarot, lee, toca la guitarra, baila, canta hasta el atardecer…
Colores
Todavía no ha visto más que el agua agitarse por el viento, ni rastro del remolino de su visión. Duda de que logre ver el fenómeno algún día, aunque ya es la segunda vez que viene a visitarla una unicornia con el cuerno de piedra amatista y el cabello del arcoiris.